[:es]La falta de sueño afecta a nuestra salud, no solo en relación a la cantidad sino también a la calidad de aquel.
En cuanto a la cantidad:
La Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos (National Sleep Foundation) ha publicado recientemente sus recomendaciones sobre el tiempo que debe dormir cada persona atendiendo a su edad:
Así es que a los niños de 3 a 5 años se recomiendan que duerman entre 10 a 13hs. por día. Niños de 6 a 13 años de 9 a 11hs. cada día. Adolescentes de 14 a 17 años, de 8 a 10hs. diarias. Adultos de 18 a 25 años de 7 a 9 hs. así como también para adultos de 26 a 64 años. Finalmente, para adultos de 65 años en adelante lo saludable es que el sueño ocupe entre 7 a 8 horas al día.[1]
En cuanto a la calidad:
En varias ocasiones el dormir 8hs. diarias no es sinónimo de buen dormir. Inversamente proporcional, uno puede dormir menos horas y levantarse más descansado que durmiendo las horas recomendadas. En esta relación radica la calidad del sueño. Si bien los factores desencadenantes suelen ser varios y de distinta índole.
Además de las preocupaciones cotidianas la estación del año, el clima, constituye un factor de relevancia a la hora de conciliar el sueño y descansar.
Uno de los consejos que permanece a lo largo del año es el cenar liviano en relación al resto de comidas del día y acostarse luego de al menos una hora de haber ingerido alimento.
En verano suele ser agobiante el calor y como consecuencia dificultar el descanso por ello es recomendable mantener las habitaciones frescas y si se utiliza aire acondicionado no apuntar directamente al cuerpo, bañarnos de noche con agua tibia y utilizar ropa de cama de algodón.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce 88 tipos distintos de trastornos del sueño, pero el insomnio es el más frecuente. El insomnio crónico afecta al 8-10% de la población adulta, y el insomnio transitorio lo sufren alrededor del 40% de la población de cualquier país occidental.
En rigor de verdad, las causas de trastornos del sueño son muy diversas: físicas -trastornos metabólicos, cardiovasculares, genéticos, ginecológicos, respiratorios, gastrointestinales-, así como psicológicas: estrés, depresión y ansiedad.[2]
Actualmente la meditación, práctica en la cual el individuo entrena la mente o induce un modo de conciencia, ayuda a conciliar el sueño y lograr un descanso regular y óptimo. También en materia de fitoterapia la valeriana y melisa son recomendables así como el té de lechuga que contiene propiedades ansiolíticas que favorecen el sueño. Por su parte la melatonina es utilizada en tratamientos a largo plazo con el fin de regularizar el sueño.
Porque dormir bien, es estar bien, es sentirse pleno…
[1] https://www.sleepfoundation.org/