[:es]Comúnmente conocida como Toxina Botulínica de tipo A, la neurotoxina elaborada por la bacteria Clostridium botulinum hoy es considerada un As en materia de tratamientos neurológicos, clínico-estéticos, odontológicos, oftalmológicos y dermatológicos, gracias a su versatilidad y capacidad de abarcar diferentes usos y funciones.
Su uso clínico data de los años 80 y es sinónimo de tratamiento eficaz para las distonías focales (contracción muscular indeseada).
El proceso se desarrolla a nivel de la unión neuromuscular, en la cual se produce la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor necesario para producir la contracción muscular. Actuando localmente, la toxina botulínica bloquea la liberación de acetilcolina, lo que se traduce en una parálisis muscular temporal.
Siendo un tratamiento mínimamente invasivo, temporal, eficaz y optimo para combatir el paso del tiempo, la toxina botulínica se encuentra a la vanguardia, sobre todo en cuanto a arrugas y líneas de expresión.
Uno de sus usos más contemporáneos lo constituye el llamado “Baby Botox”. Este consiste en la infiltración de pequeñas dosis a fin de conseguir un efecto natural y suave. La técnica tiene lugar para aquellas arrugas no profundas y más aún para prevenirlas.
Es sabido que la anatomía muscular muchas veces no va de la mano de la edad, con lo cual se puede encontrar una piel joven, pero con líneas de expresión sectorizadas con contracción muscular (ya sea las conocidas patas de gallo, el entrecejo o la nariz o las líneas de conejo).
Si bien la duración del producto es menor al de la aplicación estandarizada de la toxina botulínica, la demanda de aplicación del Baby Botox radica en una contracción del musculo apenas perceptible, permitiendo una mejora en las líneas finas y arrugas generalizado, suavizándola sin paralizar de manera conjunta e integral el musculo. El resultado: un aspecto juvenil, expresivo y descansado.
La edad para iniciar con la aplicación de la toxina botulínica bajo esta modalidad dependerá del paciente, generalmente entre los 25 y 30 años, con una periodicidad según cada dermis de entre 4-6 meses.
Con el lema “menos es más” con el objetivo de devolver la frescura y luminosidad al rostro esta técnica se ha vuelto tendencia en el campo de la medicina estética.[:]